1.11.09

PRIMERA PLANA



Hacía tiempo que la misma curiosidad me rondaba por la cabeza, una y otra vez, estando en el trabjo, en el parque, en la escuela, como el comercial ese de la vitacilina, pero en curiosidad. Soy de ese tipo de personas que consideran de humor seco, no que me la pase quejándome de todo, o que siempre esté de mal humor, como esos ancianos decrépitos que se pasean por los parques de la ciudad o aquellas personas que se la viven exibiendo una estúpida sonrisa o haciendo plática a cuanto transeúnte encuentran, simplemente soy de temperamento seco, incrédulo, tanto que me maravillo de lo que ahora ha estado sucediendo desde hace más o menos un mes. Comenzó, creo yo mientras estaba en el paradero de Cuatro caminos, esperando el autobús que me llevaría a mi casa, los días en aquella temporada eran calurosos, en extremo para esa parte de la ciudad, subí al transporte, me dormí, me desperté, lo mismo de siempre, vi las torres satelucas pasar entre mis lagañas, volví a cerrar mis ojos, señora gorda sudándome a escasos metros de mis ronquidos, sueños calurosos, señor machito tratando de abarcar el espacio entre yo y la ventana, más ronquidos, una hora 45 minutos después me despierto de súbito y he aquí, de nuevo en el barrio, yo apesadumbrado y mentando madres en silencio por la bendita música de los Temerarios, me pregunto si no utilizan sus grandes éxitos para torturar a los prisioneros árabes en Guantánamo. Bajo del microbús, llego a casa, paso al baño tiro una meada, me lavo mis manos, entro a mi cuarto y me recuesto cual largo soy en mi cama. Hasta ahí todo de maravilla, sin cambios en la supraestructura de toda persona que llega de trabajar, normal, lo que todo treintañero sin ánimos de aventura, porque los hay, desea hacer de su vida; eso si no están ya casados y viviendo felices, cierro comillas. De pronto, ¡zas! como una ola tsunami invadió mi tranquilo sueño, ese cúmulo de imágenes, sonidos, colores, rastros, olores, sensaciones, todo distinto a lo que había venido soñando, es decir, había soñado lo de siempre y ahora esto, no contaré lo que suponen bien una aburrida descripción de lo que sueño normalmente, mi cerebro cambió de canal simplemente y ahora estaba en una programación platino plus para que me entiendan. Dejé de soñar a eso de las siete de la noche, salgo de mi cuarto, están viendo las novelas, me preparo algo para cenar, destapo un Jarritos de mandarina, voy con mis chivas a mi cuarto me pongo a leer algo del buen Phillip W. Powell, me aburro con tanta pinche descripción de lo que pasó en la Gran Chichimeca, me acabo los cuatro hot dogs y me bebo el vasote de refrescote, cierro el libro, prendo la radio, ya van a ser las 24 horas, mi habitación a esas horas está a medias luces y el barrio, como es entre semana una ciudad dormitorio, tranquilo lisito lisito. La programación radial me arrulla, en el entresueño es más rico escuchar música, caigo, caigo, caigo.

Cuando me despierto, salgo en chinga de la cama y ahí está de nuevo esa sensación.

En vez de ir a donde debiera ir toda las santísima semana, desvío mi camino, llego a la vecindad, entro a una casa donde todos me esperaban ya, me entregan una caja, la abro, saco un papelito que, sí señores acertaron, lo leo.
Salgo de la vecindad, regreso al trabajo, concluyo mi jornada laboral sin más extrañamiento que una falta en mi tarjeta.

Regreso al paradero de Cuatro Caminos, me chingo unos tacos de pollo rostizado, me subo al micro, ahora pasan toda la extraordinaria discografía de Arjona, me la chuto, llego a casa tan mareado que siento ganas de llorar: ¿qué es lo que hace un taxista seduciendo a la vida?
Guardo el papelito que me han entregado, hay órdenes estrictas y las debo cumplir al pie de la letra.
Cumplo las órdenes y saliendo del trabajo, al día siguiente, regreso a la vecindad, entro al cuarto de la casa que está al final del corredor, todo mundo me da las gracias, me felicita, yo bajo la mirada, es lo único que debía hacer, mi deber. Mis sueños regresan a la programación habitual, todo regresa a la normalidad.

Al día siguiente, entro al baño, me doy una ducha en chinga, nomás para espantar el sueño y uno que otro coruco, regreso al trabajo, ya en el desayuno, hay algunos compañeros que leen animadamente la primera plana del diario de ese día, -¿Ya te enteraste de lo que pasó ayer?- me preguntan, -Sí, sí- les digo sin hacer más comentarios.

Regreso de desayunar y todavía siguen leyendo los comentarios que venían en las columnas interiores.

Me pongo los audífonos, me siento en mi silla, busco algunas copias que no les presté tanta atención el día de ayer, volteo a la ventana y veo una mariposa nocturna pegada en el cristal, sonrío, así debió haber sido, pienso y regreso a mi rutina habitual.

-ya dejen de leer el periódico, lo que está escrito ahí no es ni el esbozo de lo que pasó en realidad.-

Mi sonrisa se borra y continúo escribiendo.

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