AHEAD!

Dentro de nosotros se encuentra una caja casi imperceptible, en ella el tiempo continúa su marcha y dentro de ese tiempo hay un estanque de aguas cristalinas, a veces vamos a él y nos hundimos en el inquietante reflejo que nos regala esa profundidad.
A veces el reflejo no es tan claro, nuestra imagen está distorsionada intranquila, pareciera que nos hundimos más en su propia profundidad y no aceptamos aquello que vemos, lo que con el pasar de nuestras vidas hemos ido recolectando de aquí, de allá, tenemos que sentirnos fuertes para no hundirnos definitivamente en ese reflejo.
A veces queremos abndonar el contacto con todo lo que rodea esa caja y dejarnos llevar suavemente en el silencio de aquellas aguas, de aquél mundo que repetidamente nos está llamando, día a día hay una constante búsqueda para anclarnos a lo externo: los deseos, las querencias, la vida cotidiana y reclamamos el mundo que de otra manera no sería nuestro y por tanto nada tendríamos qué hacer aquí y nos repetimos constántemente esa frase: hay qué seguir adelante; esta frase la volvemos nuestra, la volvemos un mantra que sirve para conjurar la vida contra el fanático deseo por abandonar todo rastro de deseo y al trancurrir las horas y los días y al acumularse en años y décadas nos abandonamos a la plácida felicidad de ése seguir adelante hasta creer que de verdad deberíamos hacerlo, hasta que lleguemos a nuestra propia convocatoria, el final de nuestros días.

El espejo de aquellas aguas nos acompañará hasta el último día de nuestros deseos y seguiremos en absoluta soledad pues es natural, absolútamente natural que sigamos en soledad hacia nuestro suspiro final.
lo único que nos liga al exterior, lo que no provoca que nos hundamos en las aguas interiores es ese viejo mantra.

Seguir siempre adelante.